sábado, febrero 04, 2006

A propósito de...Boquitas pintadas, de Manuel Puig

Escribió Macedonio Fernández en uno de los múltiples prólogos de su Museo de la novela de la Eterna: “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho ya, oyó Dios que le decían y aún no había creado el mundo, todavía no había nada.”
Escribí, no hace mucho, en un cuaderno azul del que nunca me separo: LITERATURA PROGRESIVA: cambiar la forma continuamente en un estilo reconocible. Como aquellos que me conocen pueden suponer, la influencia de la música que escucho se expresó en una idea respecto a la literatura (como ya lo hiciesen las fugas de Bach sobre Queneau).
Descubrí Boquitas pintadas gracias a un artículo, me parece que de Rodrigo Fresán acerca de la literatura argentina y a un comentario que hizo Circe hace tiempo bajo el pseudónimo de Rabinovich (¿cuál será su próxima identidad?). No sabía nada de Manuel Puig, de su afición por el cine (gusto que compartía con Cabrera Infante) y por los boleros (gusto que también compartía con Cabrera Infante). No fue apreciado por igual por todos los autores y, así, mientras que muchos de sus contemporáneos alabaron su cambiante literatura, otros la denostaron, entre los que se encontraban (y para mí es, de verdad, triste decirlo) Cortázar o el mismísimo Borges (este último que siempre valoró más el fondo que la forma y que llegó a decir que la literatura de Manuel Puig era como si se le permitiese escribir una novela a Max Factor)
No me voy a extender mucho con esta crítica. El libro es excelente. Es una novela de pesonajes (cuatro o cinco cuyas vidas se entrecruzan constantemente) y con dos de ellos que son los principales: Nélida y Juan Carlos, que vivieron una breve historia de amor y, años después, tras la muerte de Juan Carlos, Nélida recupera aquellos recuerdos. Mientras, una estampa interesante de la hipocresía empapada de religiosidad, de los apuros económicos de estos personajes y de una vida alegre en general.
Durante el texto encontramos predominio del género epistolar (cartas de Nélida a la madre de Juan Carlos, de Juan Carlos a Nélida, de la hermana de Juan Carlos a Nélida), consultas amorosas en revistas femeninas, anotaciones en una agenda, descripciones minuciosas de los actos de varios de los personajes (en un estilo que pudo influir sobre la posterior y también espléndida, La vida: instrucciones de uso, de Georges Perec), una conversación con una vidente (con un uso sorprendente y muy acertado de las tabulaciones en el texto), informes médicos y policiales, y aquí me detengo.
Hay una edición del libro en la editorial Seix Barral (abstenerse los que hagan boicot a los productos catalanes). También, haciendo una búsqueda exaustiva por las casetas del Paseo del Prado podríais encontrarlo en una edición que pertenecía a una colección de novelas en lengua castellana que editó el periódico El Mundo hace cuatro o cinco años. Esta última es la que yo he leído, con un interesante prólogo de Cabrera Infante.

Permitidme una última reflexión. Suele ocurrir con la mayoría de obras literarias que critico (no tanto con los ensayos), que para apreciar sus bondades es necesario leerlas. Un buen cuento, a pesar de que la forma sea excelente, si se narra de forma adecuada puede resultar tan excelente o más que el propio cuento escrito, tal vez porque en el cuento, aunque la forma sea importante, lo esencial es el fondo. Generalmente no permanece en nuestras memorias un cuento bien contado pero con un contenido insulso. Sin embargo, en la novela pueden darse tres posibilidades: la novela con forma y sin fondo (esas que dejan un regusto especial, de las que no nos acordamos pero sabemos que son buenísimas novelas y no sabemos explicar muy bien por qué); la novela con fondo y sin forma (tal vez entrarían en este apartado los best-seller, que son otra forma legítima de literatura con, tal vez, propósitos menos emprendedores que las otras); y las novelas con forma y fondo (las esenciales, las recomendables o, incluso, las imprescindibles, no me atrevo a sugerir títulos por miedo, más a la omisión que a la mención). No cito las novelas sin forma ni fondo porque no existen, no llegan a publicarse, ¿o sí?
Pedro Garrido Vega

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí que existen las novelas sin forma y sin fondo, o éstos son tan inocuos, tan frágiles que puede decirse que no lo tienen. Literatura sonajero la llamo yo y se publica... a cientos!!! jeje

A mí también me gusta Manuel Puig y acerca de los comentarios que de su literatura hacían Cortázar y Borges... pues eso! nobody is perfect! Lo que me lleva a pensar lo de siempre, en todo, criterio lo tiene cada uno y es el propio... jeje

Por cierto, debe haber un lio de identidades. Circe soy yo (o eso creo, aunque tampoco lo aseguraría!!) y nunca hice una crítica a este libro. Es lo que tiene el mundo virtual con su juego de espejismos e identidades que lo son. Palabrita del niño jesú, nunca he utilizado en estas páginas una identidad distinta.

Saludos de la que soy, unívoca pero confundida... y quién no? jajajaja